María Luján Asconiga: "Fue un sueño hecho realidad"
Detrás
de toda meta cumplida hay una historia de esfuerzo y sacrificio. La conquista
número 120 de la jocketa María Luján Asconiga, que le permitió conseguir la
ansiada graduación en el turf argentino, encierra la reconocida frase que “todo
lo que cuesta, vale”. Nadie le regaló nada y, recuperándose de una serie de
adversidades; hoy puede disfrutar de un título más que merecido. La Unión de Trabajadores del Turf y Afines
(UTTA) es un sindicato que desarrolla en forma activa políticas para promover
la participación de la mujer en el ámbito laboral y el caso de Asconiga merece
ser contado.
“En
esta profesión arranqué con algo de mala suerte”, se anticipa y cuenta: “Salí
de la Escuela de Aprendices de San Isidro en noviembre de 2015 y al mes
protagonicé una rodada en donde me fracturé el tobillo derecho y la rodilla
izquierda”. Ese golpe la obligó a estar inactiva durante casi un año. Por eso,
el reciente triunfo sobre la silla de Redford Sea; es una especie de sello a una batalla
vencida; a una recompensa por nunca bajar los brazos.
Pasó
de trabajar en San Isidro a afincarse en La Plata, siendo un cambio muy
beneficioso para su trayectoria y con
esa confianza empezaron a llegar los resultados. “Me costó ganar las primeras
carreras, pero de a poco se fueron dando las conquistas”, recuerda. En el
escenario sureño consiguió esa victoria que la convierte en profesional. “La
Plata es mi lugar en el mundo”, sintetiza esta joven de 26 años.
Humilde
y muy trabajadora, la oriunda de Berisso no se olvida de sus orígenes cuando
empezó con sus primeras armas en el turf del interior. “Son muchas las personas
a las que debo agradecer. Me han llegado
a dar hospedaje, recibido en sus hogares cuando iba a correr como aprendiz a
los hipódromos provinciales. Esa experiencia me sirvió para conseguir este
presente”, acota en una declaración que lo refleja.
Varias mujeres lograron destacarse en la hípica.
María Luján también ingresó a ese hall de privilegio, aunque opta por mantener
los pies en el suelo. “Me falta mucho para lograr lo que consiguieron jocketas
que fueron destacadas en este deporte. Ellas fueron referentes. Trato de
esforzarme y trabajar día a día. Lo logrado fue un sueño hecho realidad”.
Asconiga
siempre tuvo en claro que su vida iba a esta ligada a los caballos. Su padre
llegó a competir en jineteadas y en el
seno de su familia siempre se respiró pasión por la actividad ecuestre.
Tal es así, que cuando terminó la secundaria
se anotó en la universidad para estudiar veterinaria, aunque el oficio de empuñar
la fusta pudo más. “Me crié entre caballos y desde muy pequeña ya sabía que
quería ser jocketa”, dice quien eligió el camino que ahora la premió con un
objetivo para el aplauso.
Otra
amazona que se ganó un espacio en una disciplina que a fines de la década del
70 fue una de las precursoras en darle lugar a la mujer y, hoy tiene una
embajadora más.
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