Cuando
un gesto vale más que millones de palabras.
En todo ámbito laboral, una actitud de buen compañero siempre le da un
clima distendido y especial a la profesión o labor que se realice. No suele
suceder muy a menudo y, menos en actividades donde la competencia por ganar
está a la orden del día. Lucas Juárez fue el piloto que llevó a la victoria a
Ritmo Espléndido en el Clásico Patria, pero ya había conseguido una positiva
señal, en la semana previa, cuando su colega Claudio Olivarez no tuvo problemas
en cederle la monta del potrillo.
“Pensé que Claudio se iba a enojar cuando me lo dieron a mí, pero nada
que ver. Tuvo una gran actitud y este
triunfo lo quiero compartir con él”, dijo Juárez a minutos de convertirse en
protagonista en el plano selectivo e ir a abrazarse con el propio Olivarez y sacarse
una foto dando muestra que, de todo corazón, compartía el trofeo.
“A Ritmo Espléndido lo venía
ejercitando. Y estaba por firmar el compromiso, pero cuando el cuidador me
pidió sí lo podía correr Lucas, no me opuse para nada. Todo lo contrario. Me pareció que era una linda oportunidad para
que pueda ganar ya que es el lo varea y está todo los días con el potrillo”,
cuenta Olivarez en una actitud para el aplauso.
No es la primera vez que este
múltiple ganador de la estadística de Las Flores tiene un gesto hacía un
compañero de trabajo. Hace poco más de un año en el Independencia de Rosario
tuvo la oportunidad de sumar una victoria y la comisión que había alcanzado la
donó en su totalidad a Daniel Flores, jockey que en esa jornada había sufrido
un accidente en competencia.
La solidaridad es una condición de Claudio Olivarez, un látigo que sabe
el esfuerzo que se debe realizar en esta profesión como también cada uno de los
escollos que se deben superar para obtener buenos resultados. Un fenómeno, un
crack que actúa en silencio.
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